La verdadera democracia: ¿Quién tiene la culpa?
El primer congreso se creó en
la ciudad de Riobamba el 14 de Agosto de 1830; a raíz de la desintegración de
Colombia. Se conformó de 20 diputados, presidido por José Fernández Salvador y
de vicepresidente Don José Joaquín de Olmedo. Teniendo por primera tarea
designar al "presidente" de la nación: Juan José Flores terminaría
posicionándose con 19 de 20 votos, Don José Joaquín de Olmedo ocuparía la
vicepresidencia. Así inicia la carrera congresista de muchos ecuatorianos y, el
país, queda atrapado en la democracia; tan nueva por esos años.
Sobre estos congresos, nuestro ilustre ambateño, Juan Montalvo, pensaba que era la única forma mediante la cual se podría hacer cara al presidente en el caso de despotismo. Sin embargo, no olvidó advertir que estos "magistrados" serían loables y se ocuparían de debatir temas irrelevantes, negociar sus posturas y elaborar leyes que únicamente beneficiarían sus intereses y el de sus amistades. A manera de sátira, el maestro Montalvo en El cosmopolita elabora una comedia en el que el amanuense o secretario tenía que dar la pautas e instrucciones a los "nobles letrados" para la elaboración de las leyes; mejor dicho, el amanuense era quien redactaba las normas a causa de la inoperancia de los congresistas. Una comedia bastante actual. (Montalvo, 2007)
Sin embargo, esa realidad de
los congresos cambiaría radicalmente el 29 de noviembre del 2008; el
carismático presidente electo, Rafael Correa, con el apoyo de un pueblo
hipnotizado por la propaganda y lo emocional del socialismo da génesis a una
Asamblea Constituyente, el objeto: instalar una constitución que le permitiera
llevar a cabo su postura gubernamental e ideológica. Entonces, el primer
mandato fue suspender al Congreso Nacional (llevaba ese nombre) para empezar a
instalar una constitución, una superestructura jurídica que permitiera una fácil
imposición de los planes políticos; quitarle la potestad a las instancias públicas
de obstaculizar al mismo Estado, a saber: ejecutivo y legislativo.
Queda
entonces marcada la democracia: el poder ejecutivo necesariamente involucra al
poder legislativo para la instauración de normas y efectuar los cambios en el país.
Si bien en el periodo de gobierno del presidente Correa funcionó sin condición.
Ahora estamos experimentando una total desconexión de estos poderes y por ende,
una inoperancia del sistema Estatal para instaurar reformas, leyes y cambiar el
orden normativo del Ecuador.
Aunque
puede parecer una artimaña premeditada, la realidad es que los sistemas democráticos
siempre han dependido de una coordinación de poderes. Y, por sobre todo, el
poder legislativo es el más importante y con la capacidad de cambiar las leyes;
las nomas son las que determinan los comportamientos. El viejo pero vigente
Montesquieu sugiere la separación de poderes sin mermar la coordinación y la
unidad.
Pero,
dejando todo constante, la realidad de una sociedad está determinada por las
normas a las que los individuos se encuentran sujetos. El único poder destinado
a normar es el legislativo. Por lo tanto, la parte fundamental de las democracias
no son los presidentes; lo que define que un país funcione o no, son sus
congresos o asambleas. Entonces, el destino del país; su presente y futuro, dependen
de las acciones u omisiones de su congreso.
Y si
esto es así ¿Por qué nos ensañamos en esperar que un Presidente Nacional cambie
la realidad en que vivimos? ¿Por qué pensamos que un Presidente es lo más
importante y poderoso del país? Creo saber la respuesta: ignorancia. Tal vez
sea un rezago de la costumbre de ser plebeyos gobernados por un rey absoluto
cuya palabra hace y deshace. No entendemos qué es la democracia y cómo funciona
y, por sobre todo, no entendemos que nuestra actualidad no depende del “nuevo
rey” si no, de esa asamblea de ciudadanos a la que muchas veces ignoramos
No es
pues correcto ni ideal, que un pueblo ignore a quien elige para el congreso - asamblea;
estas deberían ser las elecciones más importantes y esperadas para los
ecuatorianos. Se debe aprender a elegir a las personas que harán las leyes por
que las leyes determinan que pasará y que no pasará en el país, en nuestro
Ecuador.
Podría
citar la inoperancia de la asamblea actual y el inútil muro que representa para
poder, por ejemplo, controlar la delincuencia, facilitar el comercio,
flexibilizar la contratación, entre otros aspectos. Este congreso inoperante se
centra solo en dar amnistías a personas sentenciadas en un procedimiento
judicial justo. Investigue usted mismo cuánto trabajan; que han hecho, qué hacen, qué ley han propuesto para el beneficio del país: no hallará nada. ¡Esa es la calidad de asambleísta que tenemos! ¡No hacen nada
por el país! ¡Quieren favores y beneficios para ellos y sus amigos!
Mucho
se le puede criticar al Presidente Guillermo Lasso, pero la asamblea;
representa la decadencia actual, el peor lastre para el Ecuador. ¡La sátira montalvina
es una realidad! Asambleístas, trabajen por normar el Ecuador, combatir la
delincuencia y demás; no tengan el cinismo de robar al pueblo y plantearse
beneficios: ¡Trabajen por el país, no por ustedes! ¡Dejen de lado la egoísta
postura política y trabajen junto con el ejecutivo! Dios, ilumínales o, si te
parece justo, elimínales.
La próxima
vez que tenga que elegir un asambleísta piense que este tiene mucho más poder
de hacer y deshacer las cosas que un presidente. Elija pues, de manera
reflexiva su presidente, pero, elija siendo doblemente reflexivo a su asambleísta.
Deje de votar por una celebridad, por una cara amigable o por un fanático político
de algún demente y déspota ilustrado. ¡Pregunte ideas! Considere si le parecen
justas y buenas para usted y su familia.
José Luna Patiño, 2022.
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